jueves, 29 de mayo de 2008

Profesores: profetas o proficientes

Dr. Felipe González y González
Presidente Ejecutivo del Centro de Estudios para la Gobernabilidad Institucional

Era dichararecho, listo y muy chilango. Fruto neto de una simbiosis entre el laicismo oficialista, la moralidad insobornable y el pragmatismo -que permite sobrevivir-. Agudo y reiterativo hasta el cansancio. Le encantaba cambiar una palabra por otra que fonéticamente fuera similar, aunque el significado literal cambiara por completo. Durante una temporada se refirió a todos los demás como “maestro”. Fue una moda del sector burocrático en todas las instituciones, que utilizó la palabra “maestro” como apelativo: “mira maestro”, “óyeme mi maestro” e incluso “sabes maestro”. Pero también intercambió “profeta” por “profesor”. “El profeta!”, así solía denominar a un conocido suyo, que algunas veces trabajó de profesor.

Gracias a este recuerdo me he puesto a cavilar en las siguientes duplas: “maestro – maís-tro”, y “profesor-profeta”. La primera me recuerda otras ideas extravagantes a lo que quiere ser este argumento. Cuentan que Carmelita Romero logró civilizar, en parte, a Porfirio Díaz y que colaboró a darle en sus retratos, ese aire augusto que tuvo hacia finales de su siglo. Pero cuentan también, que cuando a don Porfirio alguien le resultaba molesto, decía como para sí mismo pero asegurándose de que lo oyeran los otros: “ese gallo quiere su máis”. Lo que en muchas ocasiones era interpretado como darle su mole, y que supone, indefectiblemente, el sacrificio del pollo.

Lo que en Don Porfirio era indiscutiblemente un asunto de orígenes prosódicos, es para mí un tema de significados culturales. Tal vez porque orígenes y significados remiten a identidades.

Máis es maíz, que aunque mal pronunciado remite a un alimento básico. En México el maestro de escuela proporciona el conocimiento básico para la educación, y por eso es máis-tro, que a mí me suena como el que trae-el-maíz. En todo caso el máis-tro es el que sabe o el que pone los cimientos del posterior florecimiento. El maestro transmite, entrega o proporciona. Da seguridades y permite el arraigo. Pone bases y es un elemento básico inicial del desarrollo del educando.

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