martes, 25 de septiembre de 2007

El Presidente Calderón en la Reunión con los 300 líderes más influyentes de México

Muy buenas tardes, queridas amigas, queridos amigos.

Me da muchísimo gusto compartir con ustedes este almuerzo a invitación de Jorge y de Raúl Ferráez, de Líderes Mexicanos.

Es un gran gusto el poder estar con ustedes en esta presentación, en esta reunión, en esta convocatoria que la Revista Líderes hace con 300 de las mexicanas y los mexicanos más influyentes en la vida nacional.

Me da gusto además observar el fortalecimiento de este proyecto editorial, que como ya explicaba Jorge aquí, tuve la oportunidad de conocer hace una década y media.

Pienso que siempre las ideas y las experiencias de mexicanas y mexicanos destacados que ofrece esta revista de manera muy original, marcan ejemplos, testimonios y vivencias para seguir en nuestra generación.

Es un honor también ver en cada una y en cada uno de ustedes, mujeres y hombres que han brillado con luz propia en la empresa, en la economía, en la política, en el arte, en la cultura, en el deporte.

Mexicanas y mexicanos que han demostrado cualidades de dirección, de conducción, de liderazgo, las cuales se ejercen además en beneficio de México.

Señalaba también Jorge en su mensaje, que una de las características que ha encontrado en aquellas y aquellos a quienes entrevistan, es el tener un sueño, una visión.

Y quizá lo que yo pueda reflexionar este viernes, tiene que ver con esto. Estoy convencido que la clave, no sólo de ser líder o pretenderlo, la clave de vivir con sentido en este mundo es creer, es creer en algo, es creer en algo intensamente, ser capaz de soñar, ser capaz de imaginarlo, creer en algo firmemente.

Creer en algo implica también tener la fuerza para sostenerlo, no sólo la fuerza, sino la congruencia vital, escasa en nuestro tiempo, de ser coherente entre lo que se piensa y lo que se dice y todavía más escasa y quizá especie en extinción, la congruencia entre lo que se piensa y lo que se hace.

Ortega y Gasset, hace ya muchísimos años, aportó al análisis nuestro el estudio de la historia en base a generaciones y mencionaba que la historia se escribe, precisamente, no en una masa uniforme, impersonal, sino más bien en la cadencia que se siguen unas generaciones a otras, que cada generación era una minoría selecta y su muchedumbre lanzada a la existencia con una trayectoria vital determinada.

Yo no sé si esta lista de 300, ó 500, ó 100, ó 20, ó 10, sea una lista adecuada, quizás ni somos todos los que estamos ni están todos los que son, no lo sé.

Lo que sí creo, lo que sí sé, es que cada una y cada uno de ustedes tiene algo qué hacer, que cada una y cada uno de nosotros tuvo más oportunidad en este México quebrado por el dolor de la injusticia y la desigualdad.

Tuvo mucho más posibilidades que cualquier otro, tuvo más posibilidades que una niña que ni siquiera llegó a los dos años de edad en la montaña de Guerrero.

Tuvo más oportunidades que un tarahumara en la Barranca del Cobre, tuvo más oportunidades que una joven en las orillas de Chimalhuacán que ha sido prostituida a sus 13 años en La Merced en la Ciudad de México.

Tuvo más oportunidades de ser y de hacer, y este México tiene más que exigirle a ustedes que a esa niña que está en La Merced, tiene más que exigirle a ustedes que hemos tenido oportunidades de aprender, vivir y de ser, que a esos jóvenes que están en la montaña alta de Guerrero o de Oaxaca o de la Barranca del Cobre.

Tiene más que exigirnos, que a los que están ahora levantando su puesto ambulante en uno de los ejes de la Ciudad de México, tiene más que exigirnos a nosotros, que a quienes están levantando ahora una cosecha que no les dejará ni para comer los próximos dos meses.

Pienso que esta minoría selecta, esta élite tiene una responsabilidad enorme con su generación y con nuestro tiempo; pienso que esta minoría selecta que a final de cuentas marca cadencias en una generación, tiene mucho más que hacer que los demás.

Y lo que nos decía Ortega y Gasset es que estas generaciones eran como ejecutores de una larga sinfonía, ni más ni menos que la sinfonía de la historia, y hay momentos en que hay generaciones que se pierden, se hunden, se callan, se opacan en la mediocridad, se opacan en el miedo, en el temor, en la desesperanza, en la inercia.

Hay generaciones y sus minorías selectas que nunca se asumen corresponsables de su tiempo, y entonces, como una sinfonía mal ejecutada, como una terrible distorsión, como un colectivo desafinamiento que rompe la continuidad de la música, que hace un estruendo, un chirrido ofensivo incluso a quien escucha, lo que era una larga sinfonía; entonces la historia y la continuidad del hombre se pierden.

Cuántas veces en nuestro México se ha roto nuestro tiempo, cuántas veces hemos perdido, cuántas crisis económicas en nuestro México reciente han mandado a más de la mitad de los mexicanos a la miseria otra vez.

Cuántas fortunas se han construido sobre la sangre y sobre el dolor de esa mitad de mexicanos.

Y más atrás, cuántas batallas hemos perdido, cuánto territorio, cuánta mediocridad hemos aportado entre todos para hacer de este país enorme, bendito por sus recursos naturales, por su historia, por su identidad, uno más entre el ciento de países que pueden hacerlo, pero que no lo han hecho.

Pero a veces también, amigas y amigos, hay momentos de lucidez, de esplendor, en que esa minoría, esa minoría selecta, ese pequeñito grupo de empresarios, de intelectuales, así llamados; ese pequeño grupo de periodistas y de deportistas y de artistas y de políticos y de servidores públicos y de trabajadores, hace a un lado la gran tentación humana de quedarse sentado a la orilla del camino, hace a un lado la gran tentación humana de quedarse simplemente a descansar los fines de semana, hace a un lado la gran tentación humana de poner a salvo el pellejo y no hacer absolutamente nada que nos comprometa, hace a un lado las grandes tentaciones humanas de ser igual que siempre, y de apostarle un poco más a trascender y a pensar en algo distinto.

Y entonces es cuando esas minorías selectas y sus muchedumbres que la siguen transforman la historia y entonces la sinfonía se ejecuta distinto y entonces la música del tiempo y la historia del hombre es verdaderamente trascendente, entonces estamos hablando de una cosa absolutamente distinta a cualquier especie.

Eso es, entonces, lo que yo entiendo cuando verdaderamente existen y se ejercen verdaderamente los liderazgos, es cuanto implica el ser líder, el ser capaz de trascender, el ser capaz de creer y cuando entre los que creen que hay alguien que es congruente y cuando el que es congruente es no sólo entre lo que piensa y lo que dice y lo que guarda, sino entre lo que piensa y lo que hace, y cuando el que es congruente es capaz de sacrificar y de mover, y cuando el que piensa, cree y hace lo que es congruente, es capaz de escapar a lo que los demás dicen, es capaz de ser, como dice Eliot, el fugitivo.

El fugitivo, porque según él, en un mundo de fugitivos el que toma la dirección contraria parece ser el que huye.

Cuando alguien es capaz de ser fugitivo en un mundo que huye, es entonces cuando verdaderamente pueden escribirse las cosas completamente distintas.

Hay ciertos mandamientos que Gandhi heredaba a la gente de su tiempo, yo citaría quizás sólo tres de los siete que nos ha dejado:

Cuáles son los pecados de la humanidad, los vitales; cuáles son los pecados capitales, los siete que nos dejan a ustedes y a mí, las responsabilidades que nos toca vivir y acompañar.

Son acaso los tradicionales, los de la vieja filosofía tomista, los del Éxodo, quizás estos pueden quedar ahí, reflexiones propias.

Pero pecados nuestros verdaderamente son: uno, hacer política sin principios; hacer comercio sin moral, hacer oración sin sacrificio, hay muchos otros.

Pero a quienes tienen la responsabilidad de estar enfrente de otros que los ven y que los siguen, no pueden fallar.

Amigas y amigos,
allá afuera, hay un México, ciento cinco y pico millones de mexicanos esperando a ver a qué horas hay una fuerza nacional capaz de entenderse y hablar.

Hay un liderazgo, una minoría selecta en la cultura, en la economía, en la empresa, en la política, en el deporte, capaz de mover a este país en una dirección distinta al lamento eterno, que nos han enseñado a ser.

Una minoría capaz de creer que México puede ser distinto del México del ya merito, y del ahí se va, y de que tienen la culpa los gringos, o tienen la culpa los empresarios, o tienen la culpa los políticos, o tienen la culpa otros.

Un México distinto al que se queda quieto, callado, resignado; un México distinto al que se acobarda frente al que tiene una AK-47 y hace lo que se le da la gana porque los 105 restantes, los 105 millones simple y sencillamente no están en la menor disposición de arriesgar absolutamente nada.

Un México distinto al de la oruga docta que pontifica y se sube allá a su torre de marfil y que tarde o temprano queda convertida en pedestal de imbéciles.

Un México distinto verdaderamente al que nos enseñó a agacharnos, a resignarnos, a esperar, a criticar y a ver a qué hora pasa una cosa como por arte de magia, como por milagro, como por resignación plena que vierte a las divinidades nuestras tan poderosas, el cambio de la historia.

El cambio de la historia, amigos, es responsabilidad absolutamente nuestra, es responsabilidad de los millones de mexicanos que somos, sí, pero especialmente quienes han sido marcados por un privilegio o por una especialidad.

Quienes han sido llamados por sus compañeros, por sus amigos, que por estos jóvenes entusiastas y audaces como los que dirigen la Revista Líderes, quienes han sido llamados líderes de México.

A mí lo que me queda de reflexión es simplemente, primero, un sentimiento de gratitud por esta reunión, por este ejercicio verdaderamente estimulador que han hecho los Ferráez durante muchos años.

Segundo
. Un compromiso, un compromiso de no quedarse ni callado ni sentado ni atemorizado ni paralizado.

Tercero
. Una convocatoria, una convocatoria a si de líderes se trata, amigas y amigos, más vale ser y no parecer, más vale como decía Herrera y Lazo: servir y no brillar, más vale ser vivientes y no supervivientes de la historia nacional, porque la nuestra no es comedia, ni tragedia, sino drama, un drama intenso que tiene muchos espectadores, pero muy pocos protagonistas de verdad.

Y finalmente, una invitación a creer, a creer en algo, a creer firmemente en algo que heredar a los que nos suceden, a creer en México, es lo único que tenemos y a final de cuentas, lo único grande que podemos heredar.

Y si al final del camino, a pesar de la adversidad, a pesar del viento en contra, a pesar del escepticismo que nos hace dormir sin soñar, es posible entonces, transformar la historia en el momento que nos ha tocado vivir, entonces, estar tranquilos en consciencia plena ante quien verdaderamente puede juzgar sin hacer drama.

En pocas palabras amigos, yo los invito a ser lo que se dice que somos, a soñar con fuerza, a creer en lo que soñamos, a ser congruente entre lo que soñamos, decimos y hacemos y, sobre todo, a creer y a creer firmemente en México, a transformarlo, a hacerlo, a transformarlo con audacia, con fuerza, a ser capaces de responder y de rebasar los límites de lo humanamente esperable, los límites de lo conservador, de lo sensato, de lo prudente; a transformar a nuestro país en el México que queremos, un México fuerte y seguro de sí mismo.

Un México limpio, un México ganador, un México competitivo, un México justo, en el México que verdaderamente está llamado a ser, el México que será si los líderes mexicanos son capaces de responder a tal título que hoy, gracias a la benevolencia de los hermanos Ferráez, nos ha sido concedido.

Así que, amigas y amigos, transformemos a México y entonces sí nos llamaremos líderes del país.

Gracias. FCH

http://www.presidencia.gob.mx/prensa/?contenido=31912&imprimir=true#b1

Enlaces:

Galería de Fotos
http://galeria.calderon.presidencia.gob.mx/main.php?g2_itemId=8043

Diversas intervenciones
http://www.presidencia.gob.mx/prensa/?contenido=31914

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