Dr. Felipe González y González
Presidente Ejecutivo
Centro de Estudios para la Gobernabilidad Institucional
CEGI - IPADE
Ciudad de México.
Presidente Ejecutivo
Centro de Estudios para la Gobernabilidad Institucional
CEGI - IPADE
Ciudad de México.
Muchos problemas, pocas soluciones. Angustias existenciales y crisis personales. Procesos de evasión y ignorancias profundas. Pesimismo estructural y cuellos de botella.
Por otro lado: afanes, deseos, impulsos, esperanzas. Hay quienes dicen que las cosas pueden ir mejor. Se puede hacer una diferencia. Se puede encontrar la manera de lograr una gran movilización. El futuro puede ser mejor que el pasado, si el presente se convierte en su anticipación. Esto es sólo trabajando ahora se puede superar el ayer y proyectar el futuro.
Para ello hay que recuperar el sentido de propósito social. Hay que recuperar en las élites intelectuales el sentido de que tienen una misión. Las élites económicas, sociales, pero sobre todo las intelectuales y culturales tienen que darse que cuenta de que están para algo más que para tener la última máquina extranjera de hacer café, para asistir a catar vinos o jugar golf, y darse así un toque de cierto refinamiento en el mundo de la oferta y la demanda.
Hoy como nunca necesitamos que los intelectuales demuestren que la responsabilidad social y la solidaridad no pertenecen a un conjunto de vocablos que informan una retórica vacía.
“El siglo que nos espera –dice Zygmunt Bauman-[1] podría perfectamente ser una era de catástrofe definitiva. Pero también podría ser una época en la que se negociase un nuevo pacto entre los intelectuales y el pueblo –entendido ahora como la humanidad en su conjunto- y se le diese vida.”
El futuro esta abierto. Gran parte de lo que suceda dependerá de los que pueden ayudar a recuperar el sentido de propósito social en ellos mismos y en los demás. Los comunicadores, los directores, los profesores, en una palabra los intelectuales tiene la grave de responsabilidad de aceptar su propia identidad: ser punto de referencia, ayudar a iluminar, mostrar los caminos de la generosidad y el desarrollo
El cambio tiene que venir de las personas que por su cultura, por su preparación tienen más posibilidades de influir en los otros. Esta es una llamada urgente a todos cuantos tiene la posibilidad de dirigirse a un público numeroso, desde luego a través de los medios de comunicación, pero sobre todo a través de los procesos de gobierno o de dirección o en las aulas y actividades académicas, que ciertamente llegan a un número menor de personas, pero con una incidencia enormemente superior, no sólo por el efecto inmediato que tienen en los subordinados o en los estudiantes, sino por el efectos multiplicador que esas personas pueden tener en las organizaciones, instituciones y en la sociedad.
[1] Bauman, Zygmunt. Miedo líquido. Ed. Paídos, Barcelona, 2007.
Por otro lado: afanes, deseos, impulsos, esperanzas. Hay quienes dicen que las cosas pueden ir mejor. Se puede hacer una diferencia. Se puede encontrar la manera de lograr una gran movilización. El futuro puede ser mejor que el pasado, si el presente se convierte en su anticipación. Esto es sólo trabajando ahora se puede superar el ayer y proyectar el futuro.
Para ello hay que recuperar el sentido de propósito social. Hay que recuperar en las élites intelectuales el sentido de que tienen una misión. Las élites económicas, sociales, pero sobre todo las intelectuales y culturales tienen que darse que cuenta de que están para algo más que para tener la última máquina extranjera de hacer café, para asistir a catar vinos o jugar golf, y darse así un toque de cierto refinamiento en el mundo de la oferta y la demanda.
Hoy como nunca necesitamos que los intelectuales demuestren que la responsabilidad social y la solidaridad no pertenecen a un conjunto de vocablos que informan una retórica vacía.
“El siglo que nos espera –dice Zygmunt Bauman-[1] podría perfectamente ser una era de catástrofe definitiva. Pero también podría ser una época en la que se negociase un nuevo pacto entre los intelectuales y el pueblo –entendido ahora como la humanidad en su conjunto- y se le diese vida.”
El futuro esta abierto. Gran parte de lo que suceda dependerá de los que pueden ayudar a recuperar el sentido de propósito social en ellos mismos y en los demás. Los comunicadores, los directores, los profesores, en una palabra los intelectuales tiene la grave de responsabilidad de aceptar su propia identidad: ser punto de referencia, ayudar a iluminar, mostrar los caminos de la generosidad y el desarrollo
El cambio tiene que venir de las personas que por su cultura, por su preparación tienen más posibilidades de influir en los otros. Esta es una llamada urgente a todos cuantos tiene la posibilidad de dirigirse a un público numeroso, desde luego a través de los medios de comunicación, pero sobre todo a través de los procesos de gobierno o de dirección o en las aulas y actividades académicas, que ciertamente llegan a un número menor de personas, pero con una incidencia enormemente superior, no sólo por el efecto inmediato que tienen en los subordinados o en los estudiantes, sino por el efectos multiplicador que esas personas pueden tener en las organizaciones, instituciones y en la sociedad.
[1] Bauman, Zygmunt. Miedo líquido. Ed. Paídos, Barcelona, 2007.
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